Se cuenta que de diferentes lugares del país llegaban caravanas de personas a consultar a los brujos y hechiceros que vivían al pie de un cerro de piedra. Era costumbre de muchos hombres adinerados y de remate feos, buscar brujos para hechizar a mujeres bonitas, en otras palabras se las conseguían a puro hechizo.
Cuentan los viejos pobladores de esa zona que en la ciudad de Comayagua vivía una mujer de unos treinta y cinco años de edad que se había mantenido soltera, a pesar de su belleza y de sus incontables admiradores ella estaba más entregada a las cosas de Dios que a las del mundo.
Asistía a las misas que se oficiaban en la catedral, los encargados eran sacerdotes de nacionalidad española que habían fundado una gran cantidad de capillas en la antañona ciudad.
Todos los vecinos de la localidad respetaban a Esperanza, nombre de la muchacha bonita. Sabían de su espiritualidad y de su entrega absoluta a las cosas del omnipotente, nadie se atrevía a lanzarle un piropo y mucho menos a acosarla.
Un día se presentó a la misa de las seis de la mañana un hombre rico llamado Santos, siempre caminaba rodeado de hombres mal encarados que lo cuidaban y había ido a la iglesia solo por conocer a Esperanza de la que tanto había oído hablar. Quedó deslumbrado con la belleza de aquella alma buena, al salir de la catedral se apresuró a saludarla, ella correspondió con una agradable sonrisa.
Tiene que ser mía, dijo para sus adentros. No he visto una mujer más linda que ésta en toda mi vida. Al siguiente día tocaron a la puerta de la casa de Esperanza tres hombres llevaban enormes ramos de flores que depositaron en la sala luego se retiraron con el mayor respeto, no le dijeron quién le mandaba aquellas hermosas flores.
Durante varias semanas, Esperanza recibía regalos, flores y cartas de amor, estaba intrigada pues no sabía quién era el remitente hasta que una mañana supo quien era.
Al salir de la misa don Santos se le acercó y le dijo. Espero que le gusten las flores. Ella con su amable sonrisa respondió, ha sido usted muy amable, pero ya no gaste su dinero, yo le pertenezco a otra persona.
El viejo abandonó la catedral hecho una furia y recordó que en la Libertad tenía dos amigos brujos a los que pasándoles una buena cantidad de dinero pondrían a sus pies a la muchacha. Ese mismo día viajó con sus hombres de confianza al cerro de piedra, fue recibido con alegría por parte de los brujos, el explicó el problema y pidió que Esperanza se convirtiera en su mujer.
Después de escucharlo uno de ellos le preguntó. ¿Serías capaz de abrirle la puerta al diablo? Con tal de conseguirme esa mujer hago lo que sea. Muy bien dijo el brujo, vas a conseguir lo que estás pidiendo.
El hombre estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por la mujer, fue así que subió al cerro y se dio cuenta que ahí había un gran hueco, hizo la invocación y en ese momento el cerro tembló y el innombrable le apareció a don Santos. Nadie sabe que le dijo el diablo, al bajar su rostro había cambiado, estaba más feo y olía a azufre, todos hasta los mismo brujos se estremecieron.
Entretanto, Esperanza sintió intranquilidad, había en el ambiente algo sobrenatural se puso de rodillas en su cuarto y comenzó a orar con fuerza, Dios mío manda tus ángeles guardianes, protégeme del maligno y de sus demonios, en el nombre de tu hijo Cristo Jesús te pido de corazón que me protejas.
A las doce de la noche se escuchó el galope de varios caballos sobre la empedrada calle de Comayagua, don Santos y sus secuaces se pararon frente a la casa de Esperanza e inesperadamente comenzó a caerles fuego desde el cielo, extrañamente los caballos relinchaban y emprendieron la huida hacia la Libertad.
Cuentan que una fuerza extraña metió a don Santos y a sus acompañantes al hueco del cerro de piedra en la Libertad. Los vecinos colocaron ahí una cruz para que el diablo nunca más saliera por ese lugar.
Los brujos salieron huyendo despavoridos abandonando para siempre el lugar, Esperanza fue informada de lo que había sucedido y comentó con valor.
Yo me he entregado a Dios... y el diablo huye de los hijos de Dios. A la Libertad solo le quedó la fama de haber sido centro de brujos en tiempos pasados hoy, la gente se dedica al trabajo honesto y a las cosas del Dios verdadero
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